Nepal colorido: los templos, cuadrados y pagodas de Katmandú

Bajar del avión para llegar a Katmandú después de un vuelo de larga distancia fue un shock emocionante: el tráfico caótico, el aire polvoriento y contaminado y las calles abarrotadas me sorprendieron. Independientemente de dónde fui en Katmandú, me encontré rodeado de remolinos de colores cegadores y olores que atacaban los sentidos. La sobrecarga sensorial era intoxicante: las oraciones hindúes melódicas resonaban a través de las paredes del templo, esculturas de colores brillantes de dioses hindúes adornaban las calles, banderas de oración budista ondeaban en el viento y hombres santos (Sadhus) se paseaban por los estrechos callejones. La ciudad explotó con una energía contagiosa y una personalidad cautivadora, y no tardé mucho en caer bajo su hechizo. Ya sea que estuviera recorriendo el casco antiguo en un rickshaw, observando a la gente desde las pagodas de la Plaza Durbar, negociando con vendedores en Thamel o reuniéndome con monjes en el templo sagrado de Swayambhunath...